"VOLAR A TODAS PARTES DONDE EL DOLOR DEL PRÓJIMO NOS LLAME".
Este año, junto con el Bicentenario del Nacimiento de la Madre Mercedes, se cumplieron también, 137 años de la aprobación canónica del Instituto de las Hermanas Terciarias Franciscanas de la Caridad. Día en el que se vistieron con el hábito de novicias ocho señoritas deseosas de sacrificio. Ante la presencia del Monseñor Aneiros y autoridades de la orden de San Francisco de Asís. La Madre Mercedes Guerra con sus hijas asiste a los caídos en el campo de batalla de la Revolución del 80 por la Federalización de Buenos Aires (Belgrano y Barracas).
De momento para otro, asistiendo al señor Ambrosio Lezica, que estaba enfermo, quedó ciega sufriendo agudos dolores en los ojos. El Dr. Cleto Aguirre uno de los fundadores de la oftalmología argentina, le aconseja una intervención quirúrgica para calmar el tormento. Ella acepta y es operada por él, quedando ciega durante 18 meses. Hasta que el Señor por mediación de la Santísima Madre, se dignó devolverle el don de la vista, en forma completamente singular.
Cuando un hijo del Señor Lezica, Domingo Faustino, regresa de Francia en 1873 le ofrece agua de Lourdes. Mercedes reza la novena echando mano del agua y recobra la visión. Ante este MILAGRO los hombres de ciencia se muestran incrédulos pero ella no se deja condicionar ante tal actitud y continúa con la actividad de cumplir con la promesa realizada: "fundar una sociedad o congregación que se dedicara especialmente al cuidado de los enfermos a domicilio sin distinción de credo ni de clases sociales". Manifiesto al pueblo de Buenos Aires. En 1873 viste el hábito franciscano abierto, con autorización de sus superiores. Nuclea amigas y terciarias que la acompañen en dicha tarea.
Así nace el Instituto de Las Hermanas Terciarias Franciscanas de la Caridad, fruto del más acendrado amor a Dios y al Prójimo con el lema "VOLAR A TODAS PARTES DONDE EL DOLOR DEL PRÓJIMO NOS LLAME". Quedó instituido canónicamente como tal el 13 de Abril de 1880.
Los valores vividos y transmitidos por la Orden
La Fraternidad: considerando a toda persona sin condición alguna como hermano, porque todos somos hijos del mismo Padre Celestial. En el servicio de los enfermos y de la educación a niños y jóvenes.
La Minoridad: viviendo la pobreza según de nuestro Padre San Francisco. En el comienzo de su obra de fundación, supo practicarla confiando en la providencia de Dios. También manifestando la humildad, aceptando de sí misma y de los demás con alegría, por ser creado a imagen y semejanza de Dios.
La Eclesialidad: comprendió el respeto por las autoridades de la Iglesia y se dejó guiar por ellas, para la realización de su obra en todo momento.
La Apostolicidad: Se convirtió en Apóstol de la Caridad.
El Evangelio: Porque su servicio fue para extender el reino de Dios, que Jesús vino a traer para todos los hombres.
Amor a los niños: porque para ella al educarlos era como educar al mismo Niño Jesús en sus personas, o ser para ellos una caricia del mismo Niño que los mira y cuida a través de sus manos y de su corazón.
Servicio a los enfermos porque era como confrontar al mismo Cristo sufriente.
Madre y educadora de la fe: porque educaba y enseñaba en el Catesismo.
La Vida consagrada: porque deja a sus Hijas una forma de vida para ser verdaderas Esposas del Maestro como el ser amigo, discípula e hija de María ejemplo de Consagrada por excelencia; su convicción por la espiritualidad franciscana; su amor intenso al Divino Niño Jesús, al Sagrado Corazón de Jesús y a María; y su entrega contemplativa a la Divina Eucaristía, donde encontraba la presencia máxima del Maestro, que conforta a quienes entregan su corazón.
La Educación: porque es una función privilegiada para formar al niño y al adolescente, sin diferencia de credo, raza y condición social, en toda su persona para que pueda recrear la sociedad que le toque vivir, con los valores evangélicos desde un matiz franciscano.
Concepción de persona: desde una visión antropológica cristiana-franciscana. Para que ella sea capaz de ser responsable, libre y consciente del cosmos entregado por Dios, desde la creación del mundo para que sea humanizador y recreador del mismo.