lunes, 9 de noviembre de 2015

NOVIEMBRE: MES DE MARÍA



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Del 7 de noviembre (fiesta de María Mediadora de todas las Gracias) al 8 de diciembre (fiesta de la Inmaculada Concepción), la Iglesia celebra el mes de María invitándonos a conocer, honrar y amar más a nuestra Madre, la Santísima Virgen.
Este mes se lo dedicamos a la más delicada de todas las criaturas: la Santísima Virgen María, nuestra dulce Madre del Cielo, alma delicada que ofreció su vida al cuidado y servicio de Jesucristo, nuestro Redentor.

Como en el orden de la naturaleza, así en el orden de la gracia, Dios puso junto a nosotros una Madre. Nos la entregó como testamento a los pies de la cruz cuando le dijo a Juan: “Ahí tienes a tu Madre”. En Juan estábamos todos representados.


Vivir sin la devoción a María es vivir como huérfanos.

Toda alma es un campo de batalla donde se desarrollan ásperas luchas cotidianas, pero si María camina junto a nosotros no erraremos el camino ni seremos vencidos en la batalla.

María es la escalera que toma de Dios las gracias y las derrama sobre el mundo.

María es el nombre que ilumina la mente, fortalece la voluntad y llena de afectos el corazón.

Es cosa buena algún acto de devoción a María. Mejor es el “hábito” de la devoción a María. Óptimo es vivir en estado de hijos de esta Madre.

Tener una filial devoción a María, que Ella sea toda nuestra vida: que entre en nuestras jornadas, nos sonría por las mañanas, nos cubra con su manto y esté presente en nuestras alegrías y en nuestros dolores.

La primera cuna que Jesús encontró sobre la tierra fue el corazón inmaculado de María, ése fue el primer pesebre.

En la escuela de María aprendemos el amor a la cruz. María nos hace fácil lo que por nuestra naturaleza es difícil.

María es quien trajo al mundo al Jesús físico, también es quien forma y alimenta al Cristo místico: La Iglesia.

Cuando el corazón está afligido, cuando la mente está turbada, cuando nos asalta la tentación, cuando nos parece estar extraviados y no encontrar el camino justo y hasta experimentamos como si el cielo se hubiese oscurecido, entonces, acudamos a María.